lunes, 7 de septiembre de 2009

Adieu

Tras el cristal se disolvía la realidad aislándolo del mundo (bueno, en eso el alcohol también tenía algo que ver). Muy ajenos a él, los días iban envejeciendo.
La escenografía estaba compuesta por una televisión siempre encendida, que reclamaba su atención desinteresada y ocupaba la mayor parte de su campo visual, y por un viejo sofá que soportaba el peso de sus oxidados huesos que conforme al paso del tiempo había grabado la silueta del anciano en sus entrañas.
Y el telón se cierra sin rencor alguno, sin dañar. No hay muestras de gratidud sonoras porque ningún ser humano ha visto la representación
. Y sólo se escucha eso: silencio.