viernes, 16 de enero de 2009

El poder de las manos

¿Quién le iba a decir a Eva que con su mano pecaría?¿Quién le iba a decir a Ludwig van Beethoven que con su mano crearía la Novena Sinfonía? ¿Quién le iba a decir a Juan Ramón Jiménez que con su mano daría vida a Platero? ¿Quién le iba a decir a Pablo Picasso que con su mano representaría, con cierta extravagancia, la crueldad del bombardeo de Guernica? ¿Quién le iba a decir a Jimi Henrix que gracias a sus manos llegaría a ser un virtuoso de la guitarra convirtiéndose en una leyenda del Rock?

Desde que se viene al mundo, las manos ejercen un papel muy importante: gracias a manos ajenas se producen, en cierto modo, los nacimientos y durante el parto, ya, algunos se muerden las uñas a causa de los nervios que les provoca el no saber en qué estado se encuentran madre e hijo. A medida que el niño crece, depende de una mano para hacer prácticamente todo y según que mano utilice será diestro o zurdo, en el caso que nos ocupa, zurdo.

A edad temprana, los padres le proponen a su hijo que elija el instrumento que más le llame la atención para aprender a tocarlo en un conservatorio de música, pero el niño tiene uso de razón y prefiere aprender a bailar flamenco, dar palmas y, por supuesto, tocar la guitarra española y el cajón flamenco, pero aprenderlo en la calle, con unos gitanos, y no en un aburrido conservatorio ¡Olé! Sus padres escandalizados, deciden apuntarse a un taller de Origami porque les ayuda a evadirse de las preocupaciones que les genera su hijo.

Un 24 de Junio, día de San Juan, ‘’el niño’’, que ya es un joven de diecisiete años, se enamora de una joven telefonista, de uñas perfectamente limadas en las que además tiene hecha la manicura francesa, manos de porcelana, vamos, un “bellezón”. Ambos mantienen una relación de varios meses que fracasa cuando la telefonista conoce a un obrero, de uñas ennegrecidas y manos descuidadas en general, debido a su trabajo en la construcción de un famoso centro comercial.

Nuestro particular protagonista, llevado por los celos y el odio, en una tórrida tarde de verano, se cita con el obrero para hablarle sobre el amor que siente por la telefonista, un amor ya impotente, encuentro que terminó en una discusión muy fuerte que acabó con la vida del obrero debido a un puñetazo propinado por el joven desequilibrado.
¿Quién le iba a decir que a causa de la posición que adoptó su mano, llena de rabia, dolor e impotencia, en un mal día, en un mal momento, iba a acabar con la vida de un ser humano?

sábado, 10 de enero de 2009

Sobre la mesa pegajosa


Y ahí estás tú: tímida, ausente, cabizbaja, con la mirada perdida y la risa boba. Siempre te viste a ti misma como una ''loba'' que algún día ganaría un Goya.
Siempre incapaz de mirar directamente a los ojos, no vaya a ser que la pupílas de algún extraño te quemen, por eso no sueles salir por la noche.
A causa de tu timidez te refugias en ti misma, retuerces tu pulsera, a veces incluso la muerdes, y asientes con la cabeza para que tus interlocutores crean que estás prestando atención a una conversación que te es indiferente. Algunos (los más corteses) te preguntan ''¿qué tal?'' solo por educación, ya que no les importa ni lo más mínimo tu estado.
Eres como ese gorrión asustadizo que inspecciona muy bien el terreno antes de picotear, de degustar, un pequeño trozo de pan.
Y estás enamorada.