jueves, 23 de julio de 2009

"Je pense, donc je suis"

Mi cordura está extenuada de tanto pensar, la voz interior se está quedando afónica.
Nostalgias que se confunden con recuerdos de añorar y olvidar proliferan mi ser.
Los sucesos delirantes se repiten una y otra vez. Son rumiados, analizados de forma pasiva hasta que me vence el sueño. Sólo se ausentan cuando realizo dos de las tres funciones vitales. A veces, incluso, me gustaría darlos sepultura pero son demasiado abstractos. Para trartarlos intento darles forma con un lápiz, sobre una hoja de papel cuadriculado, hasta que se deforman en letras y éstas a su vez en palabras que dibujan una idea. Y por un momento dejan de atormentarme.
Siempre he pensado que mi cerebro ejerce una labor con los pensamietnos similar a la del sistema inmunitario. Puede que pensar llegue a obsesionar, pero para mí ya es como respirar: sólo dejaré de hacerlo cuando muera.

domingo, 5 de julio de 2009

Se vende

Zona custodiada por '' Tío Pepe'', abundante venta de oro ambulante, manos inocentes violan zambombas y magullan panderetas. Atascos precipitados protagonizados por conductores desesperados delatan la ciudad de Madrid con su característico frenesí.
A unos 30 metros de la calzada, pisando moqueta y bajo un techo víctima de ciertas humedades, se encuentra una pareja de ambos sexos que a penas alcanzan los 20 años mal cumplidos. Parecen dispuestos a comprar. En el rostro del muchacho se dibuja una sonrisa, que incluso deja al descubierto sus muelas, y busca una mirada cómplice. Ella, en cambio, permanece indiferente. El silencio se condensó con la interrupción del joven:


--Es perfecto: céntrico y no demasiado caro. Está rodeado de tiendas y podremos abastecer todas nuestras necesidades sin problemas. Además hay un montón de teatros cerca...

--¿Cómo puedes decir que es perfecto con la cantidad de pisos que hay en venta en Madrid y habiendo visitado solamente dos? No sé, no me convence...--replicó ella.

--Pero si además tiene ascensor, cosa que les faltaba a los otros dos. Yo soy un tío de oportunidades, veo algo que me gusta ¿lo quiero? pues lo consigo, así de sencillo--dijo con desmesurada chulería.

--Sólo piensas en ti mismo. Quieres vivir de la manera más fácil posible pero dejando a un lado la felicidad, cumplir con tus obligaciones correctamente y sin cansarte demasiado. Ojalá conectar contigo fuera tan fácil como pulsar el botón del ascensor y elevar nuestros sentimientos hasta donde alcanza a comprender la razón, o algo mejor: dejarlos ascender hasta que sonase la alarma y llegara un camión de bomberos--agregó la muchacha con soltura.

--¡Oh vamos! No me saltes con estas ahora, eres experta en desviar conversaciones y llevarlas al terreno donde crees que tienes el control porque estás convencida de que eres la que más siente. Yo te planteo un tema serio, como el de comprar un piso, y tú me vienes con esto. Por favor...

--Realmente el problema está en que no tienes seguridad en ti mismo, tienes que tenerlo todo calculado porque de lo contrario temes que nuestra relación se vaya a la mierda.
Crees que comprando este piso nuestro amor echará raices entre sus paredes, pero lo único que haces es enjaularlo y permitirle crecer en una única dirección guiada por la rutina y por la necesidad de tener a alguien a tu lado en las noches frías de invierno.
Este amor ingenuo e inocente acabará pudriéndose al tomar contacto con el oxígeno que respira la cordura y del que prefiere desintoxicarse la locura--dijo con mucha seguridad.

El joven se dejó caer suavemente, hasta la moqueta impoluta, como la pluma olvidada en el océano Atlántico por un ave migratoria. Él ahora era un mar de dudas.
Ella salió de un portazo, tratando de apaciguarse entre escalón y escalón, ya que prefería no tomar el ascensor. Tenía la sensación de que vomitaría el corazón por la boca y escupiría un ''Te quiero'' repentino, pero no lo hizo. Llamó a un taxi. Y el jaleo propio de la ciudad de Madrid, con sus cientos de historias diferentes y sus miles de problemas distintos, redujo la importancia de un llanto desconsolado.

Ángela y Carolina Álvarez Marcos.