viernes, 17 de abril de 2009

Deseos recién molidos

Para él un café solo y para mi un cortado.
Sorbimos tragos de insomnio, endulzamos nuestra excusa para vernos, y la removimos con una cucharilla con el fin de entretenernos.
Degustamos las migas, que se hallaban esparcidas por la mesa, gentileza de algún cliente con el estómago satisfecho.
No hubo palabra que rompiese aquel silencio hasta que pidió la cuenta y trató de hacerse el caballero. Intento fallido porque no llevaba sombrero.
Yo pagué los 2,60 euros, nos despedimos forzando una sonrisa...
Y nos quedamos con las ganas.