jueves, 30 de abril de 2009

Una de tantas

Las manecillas, agónicas, daban paso a las 12 nocturnas. Tu teléfono no paraba de sonar mientras tus mentiras pedían otra copa en la barra de aquel bar.
Entonces, todas mis esperanzas se desmenuzaron como un diente de león amenazado por el viento y la confianza que había puesto en ti, se prefijó.
De sobra sabes que el perdón es partidario de la demostración.